CON NOMBRE PROPIO

Mi nombre es un mundo. Mi nombre (o lo que los franceses llamarían prenombre) contiene dos profundidades yuxtapuestas, la del océano y la del abismo.

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La una es ágil y díscola como el agua, la otra es íntima y única como el alma. Mi apellido es de nacimiento. Según la mitología genealógica, proviene de una familia Médici que conocía a ciencia cierta la obra de Leonardo. Tenía otra pronunciación. La adhesión de la n a la g hacía sonar una eñe nasal, que catapultaba la boca hacia una i larga y tirando a una e, para no perder el aire buffo. Se dice que en los siglos XVII y XVIII habría mutado en viaje hacia la provincia de Iserna, que unos labradores se habrían apropiado de él y que finalmente llegaría a suelo pampeano en el barco a mediados del XX, como tantos otros. Hasta el campesino más telúrico siempre piensa que en alguna vida fue rey.

Del segundo nombre, nada tengo por decir. Está ahí, obstruye. Aparece en documentos y en mi clave de Wifi. Es un nombre timbero, de barrio, machirulo. Lo uso poco, prefiero hacer el salto directo al apellido. Una vez, una bove me dijo que, por mi rostro y por la musicalidad de mi apellido, yo era sin duda judío. Me reí, pero es cierto que mi nombre completo contiene una relato de redención. Comienza en una caída, atraviesa una incógnita y revive en el esplendor de mi apellido, que de tanto brillo enceguece. 

A diferencia de Arlt, a mi me sienta bien. Para ser llano: mi apellido me gusta. Tiene acentuación esdrújula aunque no lleva tilde, por obra de algún notario con prisa en algún eslabón de la burocracia barquera. Tiene, por tanto, una historia y un enigma. Lo confunden con un apellido ficticio, casi teatral, artístico. “¿Y tu apellido real cuál es?”. Algunos dicen que suena a mago de circo, que causa gracia. Otros dicen que es largo pero fuerte. Mi signo Solar me acompaña en esta última nota. Todos estos juicios son, al final, atributos de mi vida. Así se conforma mi manera de habitar el mundo: entre ficciones y funciones, con la ironía trágica como estandarte y la poesía como vacuna. Eso soy. Provengo de lo profundo del mar, que traigo un canto de sirena pero barbuda y el mismo deseo de devorar. 

Soy, ante todo, curioso. 

Quiero emprender este espacio para compartir con algún recóndito lector este mundo. 

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